“Hay ciertos actos que por su propia naturaleza son dirigidos contra el inocente y no hay pureza de intención interior que pueda cambiar de forma intrínseca su carácter maligno”
Thomas Merton
Años atrás Juan XXIII Papa, escribió Pacem in Terris carta encíclica en la que compartió con el mundo la necesidad de vivir en Paz siendo el objetivo principal de la Creación y co - Creación del ser humano con Dios a lo largo de los años. En esta época donde la paz se ha perdido entre los pies del poder y donde los poderosos se olvidan de los amaneceres y del verdadero valor de la vida, en este tiempo donde la maldad y la ambición penetra en las venas de todo el mundo, especialmente en México, mi país el cual se se ha convertido en la imagen de Sodoma. Pero ¿a causa de que en mi país se ha filtrado esta serie de crímenes?, ¿en qué momento permitimos que el Estado, el gobierno se apoderará de nuestra libertad, de nuestra seguridad? Quizá la respuesta es que este permiso lo otorgamos cada segundo que callamos, cuando agachamos la mirada ante el dolor del otro, y cuando empezamos a ver únicamente por nosotros mismos. Es preciso que tomemos en cuenta que cada vez que muere una persona, muere una parte de nosotros como humanidad, en cada segundo que una vida es asesinada por otros, en nosotros se acrecienta el miedo, el odio y sobre todo la pasividad la cual no nos permite despertar y gritar nuestro derecho a vivir con tranquilidad, es por esta razón que a 48 años de la publicación de PACEM IN TERRIS me atrevo a retomar sus palabras, a compartir no sólo como mujer católica y poeta mi anhelo de paz a todos sin importar en qué Dios creamos porque lo que nos une es nuestra fe y nuestra creencia en la Paz, en el Amor, en la Fraternidad y en el Arte.
En principio es importante reconocernos como seres libres, co-creadores de la Creación, dotados de dignidad y con el mismo derecho de compartir el mundo, sus riquezas naturales y sus territorios, hasta el momento en que nos hagamos nuevamente uno con la Tierra, entonces ¿para qué enfrentarnos unos a otros, para qué ponernos fronteras y sobre todo por qué alimentarnos, vestirnos y vivir en el exceso a costa de la hambruna, de la explotación, de la esclavitud?
Como seres creados se nos otorgó libertad, una libertad que nos da deberes y derechos. El derecho de ser feliz, de vivir en paz, de tener educación, trabajo, protección del Estado, etc., y tenemos el deber de respetar, de amar, de luchar, de compartir, porque cuando esto no se ofrece, la humanidad se separa, se odia, y se llena de ambición de parte de los poderosos y de resentimiento por parte de aquel que vive sometido. Frente a esto la educación debe de ser primordial e igualitaria, es decir, que no tienen por qué tener mejor educación los hijos de grandes empresarios, políticos, etc., y los hijos de los trabajadores una educación menor, porque esto implica que la educación está dividida y creada para someter , para evitar que el pueblo se desarrolle y crezca en todos los aspectos y aquí es donde debemos de preguntar ¿acaso no es el mismo Estado el que crea a los delincuentes, acaso no es el gobierno el culpable de tanta violencia? La mala repartición de las riquezas y de la educación es la fuente principal de que nuestro país navegue en ríos de sangre, porque esta separación provoca envidia y olvido del otro, es decir, el ser humano se pierde en sus propias carencias y necesidades. La frustración provoca violencia contra todo aquel que frente a ese sentimiento es vulnerable, también de ahí viene la violencia a la Mujer, a los niños, a los ancianos y a los seres vivos, nuestra falta de control frente al poderoso provoca en aquel ser que trabaja y es explotado una necesidad de sentirse igual de poderoso y someter o acabar con aquel ser débil como lo hace con él aquel Hombre que lo esclaviza y lo pierde en un laberinto de pobreza e injusticia reflejada en el mal pago de salarios, en la falta de tiempo para estudiar y sobre todo en el daño causado a su autoestima, acto que se realiza para tener al pueblo callado y adormecido; pero “el ser humano, lejos de ser objeto y elemento puramente pasivo, es, debe ser y permanecer su sujeto, fundamento y fin” Pio XII.
Es así que es fundamental que todos luchemos por la paz y el bienestar de todos, porque si uno agacha la cabeza derriba lo que se construye.
Es importante ver hacia atrás y entender que toda esta violencia y falta de humanidad ha sido provocada por nosotros mismos, por nuestra indiferencia, por nuestro racismo, por nuestra necesidad de tener un lugar privilegiado en la sociedad, por olvidar que Somos todo por el simple hecho de existir, así lo que necesitamos como humanidad es retornar a nuestra ética, al verdadero sentido de nuestra ser. Esta enseñanza, aunque se puede decir que es innata, se resguarda y se pierde en miles de senderos internos, ante esto cada país y cada sociedad necesita que los gobernantes, los encargados de la protección y de la educación promuevan la dignidad y los derechos de cada persona, sin callarse por miedo a perder poder, al contrario, los gobernantes tienen que pensar en educar a sus ciudadanos para que su país continúe siendo un país libre y crezca en todos los sentidos, como dice León XIII “No se puede permitir en modo alguno que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, porque está constituida para el bien común de todos”. Porque un pueblo para que tenga una comunión económica, por ende paz, tiene que ser una sociedad en donde cada uno de sus ciudadanos sean interiormente plenos.
Es importante resaltar que para que un país viva en paz y con seguridad debe de ser un país donde el derecho a la vida sea fundamental y donde las leyes realmente resuelvan los problemas que tienen los habitantes, sólo de esta manera entre sus ciudadanos no habrá rencor social, ni pobreza extrema frente a riquezas desmedidas, lo cual provoque violencia. Pero este principio también se debe de interponer a otros países para que respeten las riquezas naturales que le fueron otorgadas a cada país, los gobiernos ricos deben de ayudar a que los países no desarrollados exploten esas riquezas naturales con el único fin de que sus habitantes vivan dignamente y para que él mundo en conjunto goce de la vida, no para el hurto y la explotación.
Para que esto sea real es necesario que los Estados sean éticos, que las personas que gobiernan y que están en lugares determinados para el desarrollo de las sociedades dentro de las instituciones sean personas que amen su país, a su pueblo y sobre a todo a su gente, con un amor tan puro que desee y luche por ofrecer a cada uno lo mismo que está dispuesto a ofrecerse a sí mismo.
Actualmente la violencia día a día nos roba libertad, una libertad que irónicamente es dañina para los gobiernos y la gente de poder. Los medios de comunicación nos invaden de mensajes que nos invaden de terror y superficialidades, armas psicológicas que comulgan con la inseguridad donada por gobernantes sin el mínimo sentido de la justicia y la ética, ante esto tenemos la obligación de gritar nuestro silencio, pero NO a través de una respuesta violenta como ellos lo hacen sino a través de nuestro reconocimiento en el otro, a través de respetarnos y de ayudarnos sin juzgar, a través de compartir con quien más lo necesita, parafraseando las palabras de san Francisco “Aquel par de zapatos que tienes guardados, ofrécelos a quien realmente los necesita”.
Para recobrar nuestra paz y nuestra seguridad necesitamos saber quiénes somos, reconocer nuestros derechos y luchar para que todos tengamos las mismas oportunidades, para que no existan diferencias, porque la mayor riqueza del ser humano es vivir libre porque como dijo Pio XII “Nada se pierde con la paz, todo puede perderse con la guerra”
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